dicen los artistas japoneses
que forjan con amor esas espadas
doblando el rojo acero tantas veces
como marca la técnica heredada
que cada pliegue de la cinta colorada
es una reverencia ante la vida
que alguna vez se escape por la herida
una vez concluida y afilada
Son tus ojos la obra inmaculada
del supremo hacedor, la bella luz
el agua de la sed, cadena y cruz
la ilusión de mi alma enamorada
y tus ojos, corazón, como la espada
me han herido con el filo del acero
que parece japonés, de tan certero
sin clemencia de mi sangre derramada
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