
sus saltitos y sus gritos divertidos
y el bullicio de visita en mi balcón
que pronto los metimos al rincón
del olvido, sin apenas darnos cuenta
en la bruma violeta, muerte lenta,
Barcelona, de la contaminación.
Y los niños de hoy, sin ton ni son
se quedaron sin la amable compañía
con su estampa de insolente gallardía
del humilde pajarito de marrón
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